La Iglesia
En el ILC ofrecemos cursos gratuitos de preparación para la Iglesia que tanto amamos. Todos en la Iglesia podemos mejorar la manera de evangelizar, predicar, enseñar y consolar. Por eso ofrecemos para la Iglesia cursos gratuitos que nos ayuden a formar siervos que están listos para la Gran Cosecha.
Todo comenzó cuando sin ninguna esperanza de recuperar mi trabajo,después de 2 años de juicios,en un pequeño cuarto de mi casa me rendí , lloré y clamé a Dios,al cual no conocía,diciéndole que no podía más y que me rendía ,que sólo Él podía sacarme de aquel bache. Pocos días después Dios obró el milagro y recibí una llamada ofreciéndome un trabajo mejor que el que había perdido.Comprendí que Dios me escuchaba y quise acercarme a Él yendo a la iglesia hasta que encontré una donde pude escuchar la palabra. Mis ojos se abrieron a la verdad y no pude huir. Entendí que aunque buscaba una necesidad material encontré ese tesoro por el cual merece la pena venderlo todo para poseerlo.
Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice:
Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
Y dio dones a los hombres.
Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.