Pedí a Dios que me diera a su Espíritu

Todo siervo de Dios recuerda que alguna vez pidió lo mismo que Roberto, “Pedí a Dios que me diera a su Espíritu” y también recuerda que la oración fue contestada…
Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! Lucas 11:13

Hermanos en Cristo,
Mi nombre es Roberto M. Saludo a todos desde Arauco octava región del Bio-Bio, Chile. Ya casi cumplo 20 años de que conocí el Evangelio y le confié mi vida al Señor Jesucristo.

Antes de eso fui un niño-adolescente católico-romano que participaba activamente en varias actividades de la iglesia. Me gustaba, pero no era comprometido. No tenía el conocimiento y ni el entendimiento suficiente para confiarle mi vida a Dios. Era conocido por ser un hijo tranquilo, criado sólo por mi madre. Pero la falta de Dios y de estabilidad en el hogar, junto con las malas compañías, hicieron que me fuera fácil el desordenarme y el descarrilarme. Anduve en vicios de alcohol, drogas y otros deleites malignos. Sí tuve oportunidades para conocer la verdad de la salvación en Cristo, pero irresponsablemente la desprecié pensando que eso limitaría mi libertad de divertirme y de disfrutar la vida con mis vicios y mis amigos.

Pasó el tiempo, y a los 18 años de edad ya estaba preso en la cárcel. Ahí sólo pensaba en la manera de salir. Pensaba en escaparme. Sentía muchos deseos de hacer maldades. Incluso, en la cárcel había un grupo de oración que se reunían diariamente a orar y a cantar. Pero yo, en son de burla y con un cigarro en la mano, le pedí a un compañero que me acompañara al grupo para que “salváramos nuestras almas…”

Ni imaginaba el poder salvador de Dios. Al llegar a la reunión me senté en una banca y lo primero que hice fue llorar. Me secaba las lágrimas, pero seguía llorando. No quería que me vieran, pero no podía parar mi llanto. Entre lágrimas me tomé un papel y escribí mi oración, porque no me atrevía a hablar con Dios, no sabía cómo.

Escribí algo así: “Señor, no me gusta tu iglesia. Cantan de manera muy fome (con voz, guitarras y bombos). Pero si tú me das a tu Espíritu Santo sé que me va a gustar.”

No sé ni por qué escribí eso, pero ahí comenzó mi nueva vida. Así comenzó mi agradecimiento a Dios por enviar a Jesús a morir en mi lugar, a morir por mis pecados, y a morir para darme el perdón por su gracia. Ahí comencé a reconocer la misericordia de Dios al llamarme y al hacerme su hijo.

Como dije, ya han pasado casi 20 años. Ahora tengo a mi hermosa familia conformada mi esposa Paola y mis dos preciosos hijos Pablo y Rocío. Trabajo como asistente de servicio en una empresa. Y sueño con tener mi propia empresa. También sirvo a Dios. En mi iglesia he tomado varias responsabilidades con los años, pero recientemente recibí el gran desafío de pastorear una pequeña congregación. Reconozco que me falta capacitación. Por eso doy gracias al Señor por ILC. Pienso estudiar la Palabra de Dios para capacitarme para servir al Señor y ser más efectivo en su Iglesia.

Gracias por su oraciones. Dios les bendiga.