Viento, terremoto y fuego.
Hola a todos, los saludo desde Argentina Mi nombre es Rosana Edith Ferreira, nací en una ciudad al sur de Buenos Aires, en el seno de una familia católica, no practicante. Fui bautizada, tome la comunión y la confirmación, pero no experimente en ese tiempo la paternidad de Dios, ya que mi visión era la de un Dios lejano, inalcanzable. Mi falta de conocimiento me llevo a errar muchas veces y a buscarlo desesperadamente en lugares equivocados. A los 32 años experimenté mi mayor milagro, “mi conversión” y pude conocer a Jesús y a tener ese increíble encuentro personal con su belleza. Admito que no fue fácil, viví 20 años en religiosidad, sufrí abusos, tuve que aceptar el “NO” como respuesta de Dios al anhelo de quedar embarazada, tuve que aceptar un diagnostico poco alentador, tropecé varias veces hasta que caí y toque fondo. Mi oración genuina fue: “Dios, toma por completo el control de mi vida, transfórmame, moldéame y hazme a tu imagen, quiero volver al primer amor.” Y abrace este versículo: …” Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” … Como Elías, tuve que experimentar viento, terremoto y fuego para que Jesús hiciera su entrada en mi vida. Lo que me llevo a estudiar liderazgo durante tres años Durante este tiempo pude ver a Dios obrando en mi para que El pudiera cumplir su propósito conmigo Actualmente tengo el privilegio de servir en mi Iglesia local y en un ministerio que se ocupa de acompañar a las mujeres que transitan un embarazo no deseado, teniendo la misión de que todos los embarazos se concreten y poder ver el plan de Dios en la vida de cada mamá y su bebe Esa necesidad de ser la voz de los que no tiene voz hizo querer prepárame más pero no contaba con recursos ni tiempo, y así fue que acepte la recomendación de una hermana en Cristo de estudiar en ILC. Agradezco a ILC por brindarme esta oportunidad única de capacitarme a distancia con la guía del Espíritu Santo, y poder acompañar a esas mujeres con un destino de muerte y maldición a un nuevo destino de bendición y vida en abundancia.