Los cristianos entendemos bien cuando entre nosotros decimos que Dios hace un cambio en nuestra vida. Sabemos que ese cambio es bueno, sabemos que es lo mejor que nos pudo haber pasado en la vida. Pero no todos quieren un cambio en su vida, muchos quieren seguir su vida como está. Por eso, no se trata de que expliquemos a los demás que Dios quiere cambiar su vida. Lo importante es que expliquemos que esta vida va rumbo al infierno. Pero que si Dios nos cambia la vida, es para darnos una vida nueva a través del Perdón de su Hijo Jesucristo. En esa vida nueva hay eternidad, no hay pecado ni muerte, no hay obscuridad ni soledad. Por eso, prediquemos más que un mero cambio de emociones o sentimientos, más que un mero cambio de situaciones y circunstancias en esta vida. Eso está bien. Pero prediquemos mejor la vida nueva y eterna que Dios nos regala con la muerte y resurrección de Jesucristo. Preparémonos para predicar a Jesucristo, no el cambio de nuestra vida.

Le doy gracias a Dios por cada bendición que me da día a día. Por poder estudiar en este instituto gratuitamente poder ser de bendición para mis hermanos. Le doy gracias por haberme librado de las cosas malas de este mundo. Y le doy gracias por haberme llamado a servirle.

1 Corintios 15

15 Ahora les hago saber, hermanos, el evangelio que les prediqué[a], el cual también ustedes recibieron, en el cual también están firmes, 2 por el cual también son salvos, si retienen la palabra[b] que les prediqué, a no ser que hayan creído en vano.

3 Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo[c] murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 que se apareció a Cefas[d] y después a los doce.

6 Luego se apareció a más de 500 hermanos a la vez, la mayoría de los cuales viven aún, pero algunos ya duermen[e]. 7 Después se apareció a Jacobo[f], luego a todos los apóstoles. 8 Y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo[g], se me apareció también a mí.

9 Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana. Antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí. 11 Sin embargo, haya sido yo o ellos, así predicamos y así creyeron ustedes.