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Por John Arias
Estudiante del Instituto de Líderes Cristianos desde 2017. Es esposo y padre de familia. Maestro de profesión en Ciencias Biológicas y Químicas de la UPN en Bogotá, Colombia. Líder y maestro durante varios años en escuelas dominicales y miembro activo de la iglesia El Lugar de Su Presencia también en Bogotá.
Sin darse cuenta, las personas ponen grandes murallas para no creer en Dios. Una de ellas es que dan por sentado la idea de que han estado solos; bien sea en algún momento de su vida o tal vez en toda su vida. Es decir que sienten o creen que Dios no ha estado con ellos o ellas y esto impide que conozcan a Dios y Él entre a sus vidas. Podemos decir que Jesús experimentó este hecho en la cruz. Según el relato de Mateo 27:46: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. El texto por sí solo indicaría que realmente Dios sí abandona, desampara y se va de nuestro lado. Pero si miramos el contexto bíblico son palabras tomadas del Salmo 22, escritas por David.
Es necesario leer el pasaje completo de Mateo para comprender que Jesús cumplió en sí mismo una paradoja, pues uno de los nombres atribuidos a Jesús es “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”. La realidad de esta frase que citó Jesús en la cruz es que necesitaba crucificar la soledad, la misma que podemos sentir en momentos de nuestra vida. Entonces, no es más que el plan de Dios para dar salvación al mundo. La razón de que Jesús se sintiera abandonado por Dios era el pecado que cargaba en ese momento y no porque Él lo hubiera cometido (2 Co 5:21). El pecado es lo que nos separa de Dios, nos trae soledad y sentimiento de desamparo divino, pero por medio de Cristo podemos sentir a Dios pues Él es el Emmanuel; el Dios que siempre está con nosotros no solo para quitarnos la soledad sino para quitar nuestro pecado (Jn 1:29) y darnos salvación.
La soledad es una puerta abierta que deja entrar la depresión, pensamientos de muerte y, mayor aún, puede finalizar en una adicción o una enfermedad mental. Todas estas cosas Jesús las venció en la cruz (Col 2:15) confesando el sentimiento de soledad en Mateo 27:46. Dios está presente en todo tiempo y lugar (Sal 139:7-10), lo cual indica que es imposible que estemos solos. La soledad no es una realidad; es un sentimiento que juega en contra con nuestras circunstancias para alejarnos más de Dios. El secreto dado a gritos por Jesús está escrito en Santiago 4:8, “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros…”.
El primer paso lo damos nosotros para conocer a Jesus así como Juan lo dice en Apocalipsis 3:20 “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
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