El ILC es educación ministerial gratuita para todo hijo de Dios que se ha comprometido para servirle en todo lugar y en todo momento.
A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles. Romanos 1:16
Nuestro compañero estudiante del ILC comparte:
Crecí en un hogar disfuncional ya que mis padres estaban separados. Aparte de esto mi madre falleció cuando o era muy joven, apenas tenia 16 años. Me tocó como hermano mayor terminar de criar a mis hermanos; pero más fuerte ver morir a mi madre día a día. Luego de la muerte de mi madre conocí a la que hoy en día es mi esposa y madre de mis hijos. Mantuvimos una relación por algunos años antes de casarnos. Luego que nos casamos, yo respetaba y amaba a mi esposa; pero nunca le demostré mi amor ni con palabras, ni hechos.
Cuando mi madre murió le preguntaba a Dios por que el se tenía que llevar personas buenas y con tan grande dolor endurecí mi corazón y me negué a dejarme sentir amado. Tenía una familia hermosa, una esposa y comenzaron a llegar nuestros hijos; pero realmente nunca le demostraba cuan importantes eran para mí, por la dureza de mi corazón y el gran vacío que sentía.
Mi familia siempre estuvo bien en lo material, ya que como proveedor de la casa nunca les faltó alimento, ropa, casa y entre otros, pero la presencia de un verdadero padre no estaba. Decidí entregar todo mi dolor en el alcohol y las sustancias controladas, con la pobre mentalidad de que eso quitaría mi dolor ya que no pensaría en nada. Al otro día todo mi dolor estaba allí nuevamente.
Mi esposa visitaba una iglesia y de la iglesia venían diferentes personas a nuestro hogar para orar y tomaban su tiempo para orar por mi, yo no comprendía. Sólo pensaba y decía esta gente no se van a cansar de orar por mi. Luego de varios Dios llamó mi atención una vez más. Mi hijo más pequeño fue diagnosticado con la enfermedad que mató a mi madre. Le reclamé a Dios porque una vez mas tenía que sufrir este dolor. En ese momento fue cuando a solas hable con Dios, abrí mi corazón y le exprese cómo me sentía. En medio del llanto en un cuarto a solas le entregué mi vida a Dios y le prometí que hablaría de su Palabra el resto de mi vida.
Desde ese entonces Dios trabajó en mi vida, me dio paz y me transformó. Me dio un nuevo deseo de vivir para poder cumplir mi propósito en la vida y aquí estoy preparándome más para llevar el Evangelio que me salvó.