Su Propósito en mi Vida
Que sientan el deseo de acercarse al Padre
Mi testimonio, que aún no está completo ya que estoy en un proceso personal y ministerial, es muy complejo. Así que detallaré varios aspectos de mi vida y de Su Propósito en ella, para hacerlo comprensible, pero trataré de ser lo más breve posible. Nací en un hogar con principios cristianos. Según lo que me ha contado mi madre y mi abuela materna, mi mamá aceptó al Señor Jesús a los 9 años, comenzó su ministerio a los dieciséis años como líder de jóvenes y hacía parte del grupo de alabanza de una iglesia cuadrangular en Colombia nuestro país.
Mi padre tenía promesas de Dios, pero él no le obedeció. Aunque me inculcaron la fe cristiana, yo solo conocía a Jesús de palabras, pero no había tenido un encuentro con Él. No conocía cuánto me amaba y cuál era su propósito en mi vida. Cuando yo cumplí mi primer año de edad, mis padres se mudaron a Venezuela, por iniciativa de mi papá buscando una mejor economía.
Durante once años que estuvimos allá, mi infancia fue amarga y monótona. No tenía tantos amigos. De hecho, solo tenía una amiga del colegio que también era cristiana. Cuando ella no asistía a clases yo andaba sola. Sí, era bastante tímida; terriblemente tímida, con baja autoestima, muy susceptible a lo que pensaran de mí y a sus críticas.
En mi hogar «cristiano» se respiraba un ambiente de discordias, miedo, odio y soledad. Mi padre durante mi infancia fue un hombre muy cumplido con las necesidades materiales del hogar (ropa, alimentos, medicinas, útiles escolares…), pero era un hombre muy agresivo. Mantenía discutiendo con mi madre por cosas de su pasado que yo en mi adolescencia comencé a descubrir, pero para ser breve no detallaré tanto eso. Solo puedo decir que Dios le advirtió a mi madre que no se casara con mi padre, que ese no era su esposo, pero desobedeció y como se pueden dar cuenta en este breve testimonio, no le fue bien.
Mi hermano, menor que yo y el único que tengo, nació autista. Era muy hiperactivo y travieso. Mi papá no era muy paciente con él y le mantenía pegando. Yo, que era la pasiva y que no daba motivo de que le pegaran, sufrí toda mi infancia con algo muy raro, algo de lo que no me gusta hablar. He pensado que quizás yo fui la única niña en el mundo que vivió algo así. Mis padres dicen que yo desde los cuatro años comencé a mostrar una anomalía en mi manera de caminar.
Según ellos yo me iba «como de lado» cuando caminaba, pero no le daban tanta importancia pues yo era una pequeñita. Pero ya en mi etapa de niñez mas avanzada, desde los 6 años aproximadamente, las cosas empeoraron. Mi padre me mantenía regañando porque según él yo «caminaba como un robot», decía que «no le ponía estilo» a mi caminado, que yo era «una niña anormal»… y muchas más palabras hirientes. Recuerdo que también me djio, que yo para qué vine al mundo, a lo que herida le respondí que no sabía.
Hoy me doy cuenta de que mi padre era un ignorante. Mi padre me mantenía pegando, arrodillando (el clásico castigo de los tiempos de antes). No podía salir con él pues según él yo siempre caminaba raro. ¡Yo no tenía paz! Por Dios no me volví loca. Yo prefería quedarme en el colegio todo el día para no encontrarme con mi papá en la casa pues desde lejos me miraba para ver cómo estaba caminando y apenas llegaba me jalaba para adentro a pegarme, estrujarme y apretarme los brazos de una manera tan bestial que parecía que estaba endemoniado.
El recuerdo más doloroso que tengo de él es que una vez en uno de esos momentos de ira me agarró con las dos manos de mi cuello y me alzó. Sí. Como ven mi padre «cristiano» estaba cegado por el diablo. Y esa ira me la transmitió a mi. Mi infancia fue muy sombría y por eso no me gusta hablar de ella, pero he entendido que, si no hablo de eso, estaré ocultando una parte muy esencial de mi testimonio de vida.
Y las personas no sabrán por lo que tuve que pasar para ser como soy hoy en día y cómo seré en un futuro. Y quizás muchas personas han vivido lo mismo o cosas peores y leer mi testimonio quizás será una manera en que Dios les hable al corazón. Hay muchísimas otras cosas que me gustaría incluir en este testimonio, pero pasaré a la segunda parte.
En un culto al aire libre de la iglesia pentecostal a la que asistían mis padres en Venezuela, mi mamá me dijo que pasara a hacer mi decisión de fe. Yo lo hice porque mi mamá me dijo, pero no entendía. Solo tenía ocho años. Era muy inocente en ese entonces. A la edad de once años me trajeron a mi país natal, Colombia, donde actualmente vivo con mi abuela materna en una vereda o aldea, como la quieran llamar. Aquí me congrego en una iglesia cuadrangular de la cual tuve el privilegio de ser la primer miembro bautizada. En ese momento era un poco más conciente de lo que estaba haciendo, comprometiéndome a vivir como a Dios le agrada.
Hubo un momento breve de mi adolescencia en el que me apagué espiritualmente por la influencia de mis amistades del colegio. Me estaba alejando de Su Propósito en mi vida. Me estaba dejando arrastrar ya que yo no tenía jóvenes cristianos genuinos con los cuáles compartir mi fe, y para mí todos eran iguales. Estaba rodeada de adultos y no veía jóvenes de mi edad de 12 años que en verdad sirvieran a Dios. Dios desde pequeña comenzó a revelarme su propósito conmigo. A la edad de 10 años aproximadamente me dijo que cantaría alabanzas y adoraciones para Él, pero en mi inocencia yo no entendía ese llamado tan glorioso de parte de Dios.
De lo único que era consiente era de la linda voz que Él me regaló, lo cual no lo digo por orgullo sino por gratitud. Como venía diciendo, hubo un momento en el que dije en mi corazón que no quería ser más cristiana. Entonces Dios utilizó a mi abuela, a personas desconocidas y una hermana joven de la iglesia para hacerme volver a Él. Quiero aclarar algo, Dios, además de darme el talento para cantar, me dio el don de componer canciones. Y yo no me corrompí locamente; me refiero a vestir provocativamente, robar, o hacer cosas que en la mente humana son malas, aunque para Dios todos los pecados son iguales.
Pero estaba haciendo algo fatal que yo no entendía la gravedad de eso. Estaba dedicando mi talento de componer canciones a satanás indirectamente. Pues comencé a componer canciones de despecho, amores paganos, para mis compañeras de clases, ni les cobraba porque me deleitaba en componer canciones y para mí eso no se podía vender. Aparentemente las canciones no tenían mensajes vulgares ni ofensivos ya que siendo yo criada en el evangelio aún tenía el temor de cuidar mi vocabulario, al menos, pero estaba adorando a quien no tenía que adorar.
Cuando me reconcilié con Dios, sentí que por primera ves acepté a Jesús en mi corazón, pues lo había hecho a los ocho años en mi inocencia, pero esta ves comprendí que Jesús me ama, y por eso no permitió que me apartara de su camino. Yo compuse diez canciones no dedicadas a Dios y las tenía escritas en un cuaderno que quemé después de mi reconversión. Le pedí a Dios que me hiciera olvidarme de esas canciones y si las he olvidado parcialmente, aunque me acuerdo de algunos fragmentos, ojalá Dios haga algo sobrenatural y las pueda olvidar totalmente pues ya me consagré para Él. No quiero mensajes vanos ni malos en mi mente.
Ahora compongo canciones para mi Padre Santo Amado. Tengo otro cuaderno donde escribí cuatro canciones que para mí han sido de bendición. Cada ves que estoy desanimada espiritualmente las canto y siento que se renuevan mis fuerzas. Me hacen recordar todo lo que Dios me ha prometido y tiene planeado para mí. Me guían nuevamente a Su Propósito en mi vida. Y eso mismo he transmitido cuando las canto en público. Ahora soy la líder de alabanzas de mi iglesia local de mi vereda. Es una iglesia muy humilde, pero llena de promesas y de la presencia de Dios.
Somos cinco las que conformamos el grupo. Ha habido muchos altos y bajos por los que el ministerio de alabanzas no se ha podido afirmar ni crecer. Yo misma he menguado. Dios me escogió a mí como líder y a mi nunca me ha gustado liderar. Me da pavor. No soy muy social ni expresiva y eso es una complicación para mí. Lo poco que he hecho ha sido con la ayuda del Espíritu Santo. Sin embargo, no he abandonado el cargo por temor a Dios. Sí por obediencia a Dios.
Sé que no tengo las cualidades de una líder, pero Dios me está formando y procesando y sé que en el tiempo de Él ejerceré mi liderazgo a plenitud. En estos momentos mi grupo de alabanzas está tratando de afirmarse y oro a Dios para que permanezca hasta que sea Su Voluntad. Dios ha sanado mi corazón de todas las heridas de mi infancia poco a poco a través de la alabanza que elevo a Su Presencia. Alabarle con cánticos para mí ha sido una medicina y al mismo tiempo mi deleite. Cuando no lo hago me siento seca, sin vida. Dios me confirmó que Él me escogió para que liderara. Por eso soy obediente a su llamado y me dejaré procesar por Él.
No tengo suficientes recursos económicos para formarme en el área de liderazgo de grupos de alabanzas. He tenido ese deseo de capacitarme y en esa búsqueda encontré en internet el Instituto de Líderes Cristianos y me siento muy feliz de haber encontrado un sitio en el cuál me pueda capacitar sin que mi falta de recursos sea un obstáculo.
En estos momentos estoy en espera del inicio de clases en la universidad donde estudiaré Ingeniería de Sistemas aunque nunca me gustaron las matemáticas. Yo quería estudiar idiomas, pero como la oferta educativa en las universidades más cercanas para mí, no incluían una carrera bilingüe y las otra opciones no me simpatizaban, no tuve otra opción sino escoger Ingeniería de Sistemas, aunque no me gustaran las matemáticas. Y detallo esto para mostrar que lo que uno no quiere, es lo que Dios nos pone delante. Como lo dice Él en Su Palabra «mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos…».
Trabajo en un pequeño cultivo de maracuyá de domingo a viernes de dos horas a cuatro horas algunas veces. Mi labor allí junto con otros compañeros es polinizar las flores de maracuyá, para que puedan producir fruto. Sirvo a Dios en el ministerio de alabanzas y ayudo como toda joven con las labores de la casa. Pareciera poco lo que tengo que hacer, pero en realidad no lo es. Siempre hay algo para hacer.
Para tomar mis clases en el Instituto de Líderes Cristianos, casi siempre tengo que hacerlo en la noche, porque en el día hay que hacer de todo. En la iglesia en la que me congrego las reuniones se hacen cinco veces a la semana y en mi caso seis cuando hay ensayo de grupo de alabanzas. En la universidad estudiaré de 7 am. a 1 pm., lo cuál será más complejo para mí, pues el trabajo en el cultivo de maracuyá inicia a la 1:30.
Así que apenas salga de mi jornada estudiantil tendré llegar a mi casa a almorzar rápido, caminar hasta mi lugar de trabajo, saliendo del trabajo llegar a la iglesia, y llegando de la iglesia hacer mis tareas y tomar mis clases en el Instituto de Líderes Cristianos.
Se que no será fácil, pero todo lo que tenga que hacer para mi formación como líder, aunque me cueste un esfuerzo más se que no será en vano y al final será de gran bendición. Mi razón de ser líder de alabanzas es que cada vez que yo alabe a mi Padre y a su Hijo amado, mi Salvador; los corazones de las personas se conecten con el corazón de Dios.
Que sientan el deseo de acercarse al Padre. No me interesa que las personas se estremezcan cuando yo le alabe con mi grupo de alabanzas, de nada sirve que sientan la Presencia de Dios por un momento, y que al salir de la iglesia se olviden totalmente del Padre. Yo quiero transmitir con mi alabanza, el deseo ferviente de tener una relación verdadera con Dios Padre. Por eso es que yo le adoro; porque yo soy su hija, Él es mi padre y Él me ama.
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