Mi anhelo es Servir al Señor Jesucristo
Restauró mi vida espiritual, mi familia y mi salud;
¡Mi anhelo es servir al Señor Jesucristo con diligencia y excelencia! Mi nombre es Verónica, soy de Honduras Centroamérica. Siendo tan solo una adolescente de 13 años, acepté a Cristo como mi Señor y Salvador. A los 15 años conocí al que hoy es mi esposo, con el cual me casé a los 19 años de edad. Tenemos tres hijos; dos mujeres y un varón. Fue una relación inicialmente difícil y tormentosa, ya que mi esposo no era cristiano y yo era inmadura, y no estaba bien cimentada en la fe cristiana.
Estos problemas me ocasionaron una gran depresión que me duró años de visitas al médico y tratamientos antidepresivos, que no lograron quitar de raíz esa tristeza permanente que me embargaba. Sin embargo, fue durante esta etapa de mi vida, y contando sólo con un título de Maestra de Educación Primaria que continué con mis estudios, y obtuve mi título en La Universidad Nacional Autónoma de Honduras, como Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, logrando posteriormente en el año 1998, un trabajo como Fiscal del Ministerio Público de mi país.
A los dos años de experiencia laboral, la Universidad me extendió el título de Abogada. Al cabo de 22 años de estar casada, mi matrimonio terminó en un divorcio. Ya para entonces yo estaba alejada de los caminos de Dios, y era de esperarse que si Cristo no era el centro del hogar, y con los problemas existentes, la relación iba a terminar mal.
No obstante, mis ansias de «libertad» eran más fuertes que luchar por mi familia; no actué como una mujer sabía que edifica su casa. Fueron cinco años de divorcio, donde experimenté el sufrimiento y el dolor, como consecuencia de mis desaciertos; esa supuesta «libertad», lo que produjo fue una familia fragmentada y dividida. De mi parte rompí el corazón de mis hijos, y yo me sentí más triste y sola que nunca.
Fue así que, a finales del año 2011, rumiando mi fracaso, y como aquel hijo pródigo volví en sí, y supe que debía retornar a mi Padre Celestial, al Dios vivo que había abandonado, quien dio a su único Hijo Jesucristo, cuyo sacrificio en la cruz, es el único medio de perdón y salvación; quien pagó el rescate por mis pecados, y por toda la humanidad. Supe que era el único lugar donde encontraría la paz y descanso que mi alma necesitaba.
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28-29 RVR1960).
Dios a través de Su Santo Espíritu me extendió sus brazos de amor, porque Él tenía un propósito para mi vida, sus planes eran de bien y no de mal, Él quería darme un futuro y una esperanza. Él siempre estuvo allí esperando mi regreso; yo sin embargo no tenía nada para ofrecerle, más que un corazón roto por el pecado y malas decisiones.
Empecé a congregarme en una iglesia de sana doctrina, donde el Espíritu Santo me llamó a servir como maestra de grupos en hogares; desde ese momento sentí la necesidad y el deseo de capacitarme para servir a mi Dios con excelencia; y empecé a escudriñar con pasión Su Palabra.
Me enteré del Instituto de Líderes Cristianos a través de Facebook; y miré este ministerio gratuito como la oportunidad que estaba esperando, donde puedo estudiar y profundizar en el estudio de la Palabra de Dios; así como pulir el don que por gracia, el Espíritu Santo me ha dado, y descubrir otros dones y la vocación que se anida en mi corazón.
Sé que el el ministerio gratuito del ILC, me ayudará a alcanzar mis metas de preparación; lo valoro mucho; ya que los institutos bíblicos o los seminarios teologicos son onerosos; y los ingresos percibidos no van acorde al costo de vida, donde hay muchas cuentas por pagar.
Mi anhelo es servir al Señor Jesucristo con diligencia y excelencia; lo hago por agradecimiento, por todo lo que Él ha hecho por mí; restauró mi vida espiritual, mi familia y mi salud; ya que me sanó del abismo oscuro de la depresión. Hace cinco años volví a casarme con el padre de mis hijos, el cual ya se había convertido a Cristo. Ambos servimos como ancianos, y actualmente hemos sido llamados como plantadores de iglesias. La honra y la gloria sea para Dios; alabado sea Su bendito y sagrado Nombre. Amen.
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