Yo y mi Casa Serviremos a Jehová
Viernes tras viernes se abren las puertas de la casa para que vengan familias a recibir
¡Yo y mi Casa Serviremos a Jehová! Hace 6 años consideraba que mi relación con Dios era solo para momentos de dificultad y que si me salían las cosas bien eran por mi propio esfuerzo. Pasé parte de mi infancia sola, ya que mis padres trabajaban y mis dos hermanas estudiaban la jornada contraria a la mía. Siempre sentía que la presencia de Dios me guardaba, me cuidaba y me exigía ser mejor en todo. Pero yo solo le ponía cuidado cuando necesitaba un favor de Él.
Crecí en una familia donde mi padre era muy responsable y cumplía con todo, pero lastimaba fuertemente a mi mamá. Era un hombre muy frío. Aunque no nos faltaba nada nunca hubo un te amo ni abrazos. En mi juventud siempre traté de esforzarme. Nunca necesité que mis padres o maestros me exigieran; siempre quería dar más.
Debido a mi ingenuidad y dejarme llevar, fui madre soltera a los 17 años aún sin saber como funcionaba el mundo espiritual. Un día le dije, «Dios esta hija que tengo en mi vientre es tuya y Tú eres el Padre, ayúdame a guiarla». Pasé mi juventud entre pañales y risas de mi bebé Juana, mientras yo trataba de estudiar para darle un mejor futuro.
En el 2011, conozco a mi esposo con el que he formado una familia. Él le dio su apellido a mi hija y sé que es su hija como también lo son Maria y Salomón. Hemos pasado por momentos difíciles donde estuvimos a punto de separarnos. Nuestra economía no ha sido la mejor; peleábamos constantemente y aunque nos amábamos, la falta de respeto y malas palabras al punto de maldecir, nos estaba separando.
Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. (Josué 24:15)
En esos momentos recuerdo que mi madre estaba empezando a asistir a la Iglesia Manantial de Vida Eterna y se reunían en grupos familiares donde mi mamí llevaba a mis dos hijas; Juana y Maria Fernanda, mientras que mi esposo y yo fuimos pero huimos. Un dia Cristo me habló tan fuerte y claro, a través de una llamada me dijo, «Hija, tu ya me conocés, vuelve a mí porque si no las cosas se pueden poner peor».
Tuve un quebranto y sin conocerlo hice un pacto con Él. Me bauticé, oré por un año con ayunos, pidiendo que mi esposo también se comprometiera y finalmente pasó. Un día, Dios nos pidió que tuviéramos otro bebé. Yo no quería, pero Él me dijo que Juana, la primera, trajo la unión; Maria Fernanda, la segunda y primera hija con mi esposo, fue la prueba; y el tercero, Salomón, traería la bendición.
Él nos dio el nombre Jose David Salomón y así fue. Puedo decir que aquí Josué 24:15, se ha cumplido; «pero yo y mi casa serviremos a Jehová». Viernes tras viernes se abren las puertas de la casa para que vengan familias a recibir. Mi esposo Fabio es el líder; Juana, siempre nos ayuda con todo lo tecnológico; Maria Fernanda siempre atiende y recibe bien tanto adultos como a los niños; Salomón los recibe con gusto; y mi mamá y yo le enseñamos a los niños. Y domingo a domingo también servimos en lo que podamos.
Mi esposo además de su trabajo, también está pendiente de las visitas de mis hermanos en consejería, y todo el manejo de la casa y el grupo. Por mi parte, mis nuevas metas son estudiar algo más avanzado de lo qué estudié en la iglesia y poder ser algún día misionera. Conocí precisamente al Instituto de Líderes Cristianos por mi hija y aunque es difícil estudiar siendo madre a tiempo completo, sí tengo la disposición y el gusto por seguir aprendiendo.
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