Líder de Estudio Bíblico

Es hora de empezar y aquí estoy. Lo demás lo dirá el Señor. Estoy seguro.

¡Líder de Estudio Bíblico! Me convertí a la edad de 14 años, al leer un folleto cristiano en el que explicaba los pasos de recibir al Señor Jesús. Fue en una noche de diciembre de 1985. ¡Fue algo maravilloso! Había sentido muchos deseos de conocer a Dios, aún estando en el catolicismo, sin embargo, al sentir deseos de leer La Palabra, me fui dando cuenta cuál era realmente el evangelio.

Busqué intensamente conocer quien tenía la razón, por lo que exploré la doctrina de diversas organizaciones, pero no logré sentir que fuera de Dios. Hasta que a través de ese sencillo folleto cristiano, conocí a Dios. Mi vida cambió en un instante; inmeditamente todo fue distinto para mí. Después de mi conversión, me congregué en la Iglesia del Nazareno de mi país, Perú.

Sin embargo, me alejé mucho tiempo del camino del Señor. No entiendo por qué fui necio. Eso me trajo mucho dolor; consecuencias negativas que tuve que asumir y aún hoy estoy en ese proceso. Dios me ha dado la convicción de nunca dejar de creer que Él existe. El mundo académico y profesional tienden a alejarnos, más los placeres del mundo nos ciegan, y es increíble como dejamos de ver lo evidente que es la hermosura de Dios.

Dios comenzó a reencaminar mi vida en el 2006 en México. Me dio una esposa que me acercó más al Señor, porque ella anhelaba conocerle y servirle. Sin embargo, ella partió de la manera más dolorosa que he visto. Entonces, sentí enojo también con el Señor. ¿Por qué mueren jóvenes que en su caminar son mejores que muchas otras? Ella, fue el medio de Dios para volverme a sus pies. Sin embargo partió joven, aún me cuestionó muchas cosas, pero ya no reclamo a Dios.

El Señor hace todo lo que quiere en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos sus abismos. (Salmos 135:6)

Entendí su soberanía y en su voluntad lo permitió. Él siempre sabe qué es mejor. Me enseñó muchas cosas con este suceso, aunque fuera de manera muy dolorosa. Con mi esposa aprendimos muchas cosas de Dios durante ese tiempo difícil. A ella le afectó un cáncer, que no se pudo vencer por que ya estaba muy avanzado.

Después de su partida aprendí que cuando le fallamos a Dios, esas fallas no nos permiten ayudar como debe ser y hacemos cosas que dañan a quien se ama sin darnos cuenta. A la vez, ese interés en servirle, fue creciendo desde que llegó ella a mi vida, enviada por el Señor. Creo hoy, que se ha hecho mayor.

Quiero servir porque hay mucha necesidad dentro y fuera de las iglesias. Hay personas que viven circunstancias muy difíciles como las nuestras y a veces no sabemos cómo ayudar. En la lucha contra el cáncer por ejemplo, las iglesias y sus líderes, a veces no suelen tener un mensaje de ayuda, consuelo y guía. Momentos que son muy desafiantes y que sólo Dios nos ayuda a sostenernos y continuar.

Creo que después de un sufrimiento tan grande y ver al ser amado con tanto dolor, pero a la vez con fe, me digo que no es aceptable en mí quejarme por cosas sencillas o aún difíciles pero que ni siquiera son como el cáncer. Es hora de reempezar lo que Dios puso en nuestros corazones cuando estábamos juntos. Es mi anhelo, esperanza y decisión; es lo que más me hace feliz ahora.

Me he propuesto prepararme en esta área; la fe, conocer más de Dios y servir. He empezado a hacerlo de manera autodidacta, aunque en la formación que Dios me ha permitido recibir he tenido la oportunidad de aprender mucho de Su Palabra, como de Su directa enseñanza. Con mi esposa teníamos a cargo una célula pequeña; estuve apoyando de maestro de niños y de maestro de adulatos, un tiempo antes de su enfermedad.

Últimamente, he decidido retomar el grupo de estudio bíblico, sintiendo que el Señor desea que se haga un ministerio evangelístico, sin embargo he buscado estar seguro de que esa es Su voluntad. He llegado a la conclusión que sí, pero a veces le pregunto, ¿Señor, será que sí puedo hacerlo solo, sin mi esposa? Y también le pregunto, ¿Por qué yo Señor? Las dosis de cambios en mí fueron primero de amor, luego de disciplina, pero al final de procesos muy duros.

Huí al llamado un buen tiempo y no me atreví después que una anciana que no conocía un día en Tijuana, me habló para decirme: «Tú tienes un llamado y aún no lo has empezado. Pero el Señor aún lo mantiene, ¿Lo harás? Porque puedes también decir que no. ¿Es cierto o no que fuiste llamado por el Señor? Si no desistes, oramos porque Dios quite lo que impide cumplir su llamamiento».

Sabía que sí, que busqué huir de Él. Mi respuesta fue sí. Pero aun así me resistí. Pasó lo de mi esposa, y culpé a Dios pero comprendí después, cuando el Señor me respondió, que Él suplió lo que yo no quise dar, aún en la formación cristiana de mi esposa. Que Él decidió llevarla, porque tal vez, era la única forma que yo, finalmente, acepté hacer el propósito al que fui llamado.

Él sin duda decidió lo mejor para ella y lo mejor para mí en relación a su salvación, sin que yo lo merezca. Por eso, le digo, ¿Por qué yo Señor? Y cuando desciende con su manifestación de gracia, me lleva a decir en quebrantamiento: «¿Por qué yo Señor? Otros lo merecen más que yo». Justo en esa semana, cuando me mostraba que es hora de empezar a trabajar en la misión, le decía ¿Por qué yo?, ¿Por qué si soy pecador? ¿Es verdad que yo debo hacerlo?

Sin embargo, está allí, firme Su Presencia, aunque intente huir. Pero esta vez no quiero huir y me he estado preparando y buscando una institución que me permita aprender más formalmente. Encontré al Instituto de Líderes Cristianos. Sentí alegría al encontrarlos, creo que es la respuesta. Al menos, es mi sentir y decidí inscribirme. Si algo le pido a Dios hoy, es «Ayúdame a no pecar, sáname y permíteme servirte».

Aquí estoy, confiando que este es el lugar. Creo que las bases que me faltan, el conocimiento y aval que es necesario, en términos de formación y reconocimiento, lo puedo obtener a través de ILC, y dar fuerza a esta obra que empieza. Pero, sobre todo conocer más de la sana doctrina en aquellas cosas que aún me falta aprender. Al cerrar este testimonio, recuerdo que dos personas cercanas a mí, que supieron de mi dolor, me dijeron, «Ahora es tiempo de dedicarte al Señor», la primera. Después mamá, me dijo: «Es tiempo que te dediques a enseñar y predicar La Palabra de Dios».

En ese momento la respuesta fue de indiferencia y decir, «¿Yo? ¡Ahora no!» Con mi esposa, sí, ese era parte de lo que los dos queríamos. Además al aprender mucho en tan poco tiempo y ver la necesidad y que Dios está obrando. Sin embargo me preguntaba cómo llevar Palabra y orar por salud, si no nos escuchaste en la salud de ella. ¿Quién creerá que tú me envías, qué estás conmigo?

Por eso, le pedí una prueba, que el cumplió, aun así no decidí empezar, aunque inicié a prepararme de manera autodidacta. Es hora de empezar y aquí estoy. Retomaré ser líder de estudio bíblico, lo demás lo dirá el Señor. Estoy seguro. Solo les pido, sus oraciones por esta obra y por lo que Dios haga a través de nosotros.

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@institutodeliderescristianos

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