Maestro en las Escrituras
Fui capacitado, pues la Iglesia es para la edificación del Cuerpo de Cristo
¡Maestro en las Escrituras! El Señor me atrajo hacia Él, en el momento más amargo de mi vida, a los 27 años. Podría decir que soy una persona que había sido llamada por Dios a ser parte de su Reino desde los 9 años, pero como todo ser humano, muerto en sus delitos y pecados, obedecía a los deseos de su carne y seguía un camino ascendente hacia la perdición total.
Cuando llego ese momento de tanta angustia y soledad en mí, el Señor me lleva a sus pies, sin ninguna fuerza en mí, yo pensaba y decía dentro de mí; «Sí ¡Este es el camino!», en un acto de tremenda desesperación, muchísima angustia y soledad. A partir de usar esa frase recibí su paz que sobrepasa todo entendimiento.
Empecé a caminar con Jesús cada día. Me propusieron el bautismo y de inmediato lo hice. Por supuesto que mientras estaba en esa ciudad me llovieron ofertas de distintas religiones, pero el Señor ya me había «esculpido en la palma de Su Mano. Pasaron así unos meses y empecé a contar lo extraordinario que me había sucedido. Y así fue, me puse a trabajar en lo que se llama el área de evangelismo, donde se salía a la esquina de las las dos avenidas mas transitadas por los ciudadanos del barrio; desde las 7 a 9 pm. Todos los días, menos el jueves que era la reunión de damas y no habían grupos para salir.
Para hablar del evangelio y mi experiencia personal, de persona a persona, leía muchísimo la Biblia y el Espíritu Santo me daba el entendimiento sobre las Escritura. Así como Cristo lo dijo, «Él hablará de Mí». Además participaba de las reuniones miércoles, viernes, sabado y domingo, más los grupos de crecimiento los días lunes. Luego de todo esto, el Señor cambiaría mi lugar de reunión y me trasladaría a una provincia del interior del país.
Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros. (Efesios 4:11)
Inmediatamente llegué a una nueva congregación, recomendada por la denominación a la que pertenecía, la cual contaba con un excelente maestro en las Escrituras. Con él, fui capacitado, pues la Iglesia es para la edificación del Cuerpo de Cristo. En este lapso de tiempo serví con las fuerzas de mi cuerpo en la terminación del edificio donde nos congregábamos. Adquirí mucho material de estudio; Biblias, diccionarios, libros, etc.
Practiqué el sexo libre desde los 16 años y entiendí que en el camino me jugó una mala pasada. Era tentado a tener relaciones sexuales libres, pero como también había aprendido a masturbarme, lo elegía para no caer en las relaciones sexuales libres. Paso un tiempo y busqué una mujer para casarme y así fue. Fue una hermana de la congregación. En realidad mi suegra hizo el puente.
Desde ahí en adelante me dediqué a mi familia. Por supuesto, llevando a mis hijas a la escuela dominical y a las reuniones. Mis hijas ahora están grandes; ellas tienen 21, 23, 25 y 26 años, y un varón de 10 años más una niña que la tomé como mi propia hija, pues soy viudo de mi primer matrimonio. Todas tienen trabajo y están en el nivel terciario. El Señor me ha dado un nuevo lugar donde congregarme.
Ya hace 4 años atras, volví a escuchar su voz, por supuesto a través de los hermanos que gobiernan la iglesia. Él me llama a la vida eterna, y desde ese momento busco donde capacitarme pues vivo en una ciudad donde las falsas doctrinas están segando a la gente.
Yo viajo en bus, así que ese es mi lugar de trabajo para el Señor. Pues aquí no se puede hablar públicamente. Supe del Instituto de Líderes Cristianos por el celular en Faccebok y a partir de ahí lo tomo como lo que realmente buscaba. Así como está escrito: «Obrero que usa bien la palabra de verdad». Me cuesta por supuesto, ya es tarde en este lugar y ocupó las últimas horas del día para esto; la capacitación que tanto deseo.
Muchísimas gracias al ILC por darme este lugar y poder seguir creciendo en el camino. Hasta ahora he aprendido muchísimo. Perdón por las faltas de ortografía; pero hace tiempo que no escribía (Errores ortográficos corregidos por el editor del blog). Les cuento algo, lo cual no puedo reservar, «soy un pabilo que húmea», el cual el Señor no apagará.
Este relato es como un gramo de las toneladas de cosas que me han sucedido en el camino, más los fracasos de los que el Señor me ha restaurado. Se que no soy digno de servirle, pero es como el fuego que Jeremías tenía dentro de su ser en su momento.
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