Por la gracia de Dios
Llevando Vida a Otros por medio de su Bendita Palabra
Nací en el estado de México en el municipio de Chalco en el año de 1995 y vivo por la gracia de Dios. Siendo el segundo de tres hermanos y el único en toda mi familia con problemas de adicciones, el día de hoy me siento bendecido de poder compartir mi testimonio con todos los hermanos del Instituto de Líderes Cristianos.
Desde los 9 años de edad, sin estar consciente en su momento de lo que estaba viviendo, comencé una carrera muy difícil y dolorosa en el mundo de la drogadicción. Experimenté muchas cosas en esta etapa tan corta de mi vida, he estado en centros de rehabilitación, hospitales psiquiátricos, en una comunidad terapéutica y en grupos 24/7 de Alcohólicos Anónimos.
Pero fue en una casa hogar cristiana en donde yo conocí la misericordia y el amor del Señor Jesucristo. La pastora líder de este lugar me dijo con palabras comprensivas «Cristo te ama» y pude experimentar el bienestar, el perdón y su infinita misericordia. Tenía 18 años de edad cuando llegué por primera vez a los pies de Cristo y no tenía ni la más remota idea de lo que me esperaba por delante el resto de mi vida.
Hasta el día de hoy, he vivido recaídas muy dolorosas en donde he experimentado la soledad y el auto abandono en su máxima expresión. Ya que no había terminado mis estudios, hace unos meses, a principios de año, terminé mi bachillerato.
Viví la separación de mis padres; un ambiente social denigrante y entristecedor, experiencias que en su momento doblaron mi fe y fueron motivos irrazonables para que yo me alejara del Señor.
Posteriormente, con 20 años de edad fui bautizado en la Iglesia Interdenominacional de la ciudad de México, pero aun así me volví a alejar, la lucha contra mis propias concupiscencias ha sido muy fuerte pero aun así el Señor nunca, en ningún momento de mi vida, me ha abandonado. ¡Nunca!
Viví un intento de suicidio, la pérdida de mi mejor amigo, la pérdida de tantos otros conocidos por causa de las adicciones. En los hospitales psiquiátricos he conocido a tantas personas que me han dejado la enseñanza, junto con todas las malas experiencias que yo mismo decidí vivir, de que en realidad «Cristo me ama», así como me lo dijeron la primera vez que llegué a la casa cristiana.
Por la gracia de Dios, Cristo nunca me ha abandonado y en mi caminar me ha regalado la experiencia de conocer la gran necesidad que existe de llevarle el mismo mensaje a tantas personas que siguen sufriendo; drogadictos, primordialmente para mí. En la colonia en donde vivo, en cada esquina se puede ver a alguien drogándose; hombres y mujeres, vagabundos y niños también, a los que probablemente nunca nadie les ha transmitido el mensaje de salvación que tiene el Señor Jesucristo para nosotros.
El Señor ha sembrado en mi corazón el deseo enorme de servirle evangelizando a todos aquellos necesitados en los grupos de Alcohólicos Anónimos, en los centros de rehabilitación y en los hospitales psiquiátricos. Y para mi no es casualidad que siga con vida; a pesar de todos los diagnósticos psiquiátricos con los que me han etiquetado tantos años, el Señor siga obrando y regalándome un testimonio en mi vida.
Sinceramente, conforme avanzo en el curso, hasta esta parte me acomplejo y digo: ¿Pedro cómo crees que tú vas a evangelizar y a llevar el mensaje? Llego a dudar de mi recordando como andaba en las calles sucio, mal oliente, drogado, con la mirada perdida. Aunque en momentos llegue a no creer en mi y a querer tirar la toalla porque pienso que no lo merezco, creo en Dios y en su infinita misericordia. Él es el único que me levantó de la muerte, me depósitó de nuevo en mi familia, me libró de la locura y ha sembrado el deseo tan fuerte de servirle.
Creo en Él sobre todas las cosas y cuando encontré en Internet esta oportunidad del Instituto de Líderes Cristianos para prepararme y poder cumplir con mi llamado, no lo dudé ni un segundo. Y aunque por el momento no tenga trabajo y tenga que acoplar mis tiempos para poder estudiar, ya que realizó otras actividades en mi casa, no me detendré.
Yo no me detendré, porque le debo a Dios la vida y la única forma que tengo para pagarle es poder servirle llevando vida a otros por medio de su Bendita Palabra. Estoy feliz en este momento y motivado por el curso que estoy adelantando, he infinitamente agradecido también. Estoy convencido y con la mirada puesta en mi llamado; lleno de fe y de la bendición de Dios, listo para cumplir con lo que Él tiene dispuesto para mi y cumplirlo.
«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).
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