Sanidad Espiritual

Quiero trabajar con las personas heridas

Me llamo Karina Gómez, tengo 22 años y soy de Paraguay. Actualmente estoy estudiando la carrera de Derecho. Vivo con mis padres de edad avanzada, mis dos hermanas; la mayor es madre soltera y su hijo también vive con nosotros, además de mi abuela.

Mi familia no es cristiana, pero ya les he presentado el evangelio; sigo orando por su conversión y su sanidad espiritual. En la primaria asistía a una escuela católica, pero debido a situaciones que siempre he dicho han sido de parte de Dios, me quedé sin lugar por lo que mi mamá se vio obligada a buscarme otra institución que termina siendo una escuela evangélica que queda a unas cuadras de mi casa.

Mi familia nunca ha sido de asistir a la iglesia, pero de niña me inculcaron tradiciones católicas como rezar a la virgen María y esas cosas. Cuando llegué a la nueva escuela todo fue nuevo para mí, estaba cursando el tercer grado y mi mamá siempre me decía que debía tener cuidado porque en algún momento querrían lavarme el cerebro con sus creencias.

Los primeros años me cerré totalmente a lo que tenían que decir. Al ser una escuela cristiana se dan materias como Educación Cristiana además de que se debía asistir a cultos una vez por semana en donde se predicaba y alababa al Señor.

En aquel entonces mi papá tenía problemas con el alcohol, lo que generaba conflictos casi todos los días, en especial por las noches. Mi mamá no dormía hasta ver llegar a mi papá, y por las dudas siempre tenía con ella un palo o cuchillo. Yo con diez años era super miedosa e intentaba ser fuerte por mi hermana menor que tenía seis años, pues ella se pasaba llorando en cada situación.

Estando en quinto grado (tenía 10 años), mientras participaba en uno de los cultos, el versículo que recitó el pastor atrapó completamente mi atención:

«Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos» (Salmos 91:11 RVR1960).

Ese día me presentaron a un Dios que se preocupaba por sus hijos y los protegía. Al finalizar la prédica el pastor dijo que se podían poner de pie aquellos que quisieran aceptar a Cristo en su corazón y lo hice de un salto. No puedo explicar lo que pasó en ese momento, pero sentí como que algo me llenó y cambió mi interior.

No volví a ser la misma desde ese día, es cierto mi papá no dejó la bebida hasta años después, pero yo no volví a tener miedo y fui capaz de contagiar a mi hermana con esa fortaleza que solo Dios me podía dar.

Hasta hoy día seguimos juntos, el Señor y yo, conociéndonos cada vez más y fortaleciendo nuestra relación. He pasado muchas pruebas debido a mi familia, a quienes les costó mucho aceptarme como cristiana. Tuve muchos procesos para poder llegar a congregarme en una iglesia, incluso hoy aún enfrento esos desafíos.

Pero sigo capacitándome para servir al Señor en otro nivel. Como lo había mencionado mi familia no es cristiana, mi mamá nunca ha aceptado la posibilidad de permitirme estudiar teología o algún curso sobre esa cuestión. Dios nunca me ha desamparado y siempre me permite encontrar cursos gratuitos que tristemente siempre los he culminado a escondidas.

Quiero capacitarme en sanidad espiritual, ser una profesional en sanidad interior, quiero trabajar con las personas heridas, aquellas personas que aún siguen en Lodebar, el lugar olvidado por muchos. Ser una guía para que estas personas puedan encontrar sanidad y restauración en nuestro Amado Padre, nuestro Salvador Jesucristo y nuestro fiel consolador el Espíritu Santo.

«El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor» (Lucas 4:18-19 RVR1960).

Este es mi versículo rema, y la única forma de alcanzar mis metas es seguir desarrollándome espiritualmente a través del ayuno, oración, el conocimiento bíblico y la preparación en todo lo que pueda ser útil para el reino y la comunidad cristiana. Gracias al Intituto de Líderes Cristianos por permitir continuar mi crecimiento en las cosas del Señor.

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