Sin condenación y Sin vergüenza

Perdonar y perdonarme; liberar para poder ser libre

A la edad de 8 años fui abusado sexualmente por un vecino; su hermana nos descubrió, acusándome de que yo había sido el culpable. Así que le iba a decir a mi madre lo que había sucedido; me daba pánico cada vez que ella nos visitaba, pues pensaba que iba a decirle a mi mamá lo que había pasado.

Durante mi niñez viví con mucho temor, siendo retraído y creyendo que no era capaz de hacer cosas como los demás las hacían. Pasaron los años y en mi adolescencia y parte de mi juventud, viví una vida alejada de Dios y llena de pecado.

No fui homosexual abiertamente, pero si tenía relaciones con personas de mí mismo sexo, lo que me llevó a hundirme en la depresión, inseguridad, miedo, soledad, y deseos suicidas. El primer intento de suicidio fue a los 14 años. No fui capaz de hacerlo, no por miedo, sino por el dolor que les pudiera causar a mis padres.

Iba creciendo y con ello mis sentimientos y emociones; me sentía derrotado por el enemigo. A la edad de 21 años regreso a la iglesia, pero sin ser restaurado en esa área, lo que me llevo a seguir con esos deseos y con esa vida de engaño. El pensamiento que me gobernaba era: «Tú nunca podrás ser como los demás, tú vida es un fracaso, eres una porquería de persona».

Lo peor de todo es que me lo creía, pero cuando quise comentar mi situación con un pastor, lo primero que me dijo fue: «Tú estás condenado al infierno». Eso hizo que mi fe en Dios se perdiera y no creyera más en Dios. Aun así seguí llendo a la iglesia, pero era solo compromiso, porque no tenía a donde más ir.

Pasaron los años y seguía condenado por los pensamientos. Hasta que alguien me dijo que es lo debería hacer; perdonar y perdonarme; liberar para poder ser libre. Así que busqué hacerlo y eso trajo la ansiada libertad que tanto anhelaba.

Hoy puedo contar mi testimonio sin ninguna condenación y sin ninguna vergüenza de lo que los demás puedan pensar de mi. Y lo más importante, pude formar una familia y estoy felizmente casado y con dos hermosos niños a los que amo, cuido y guío en el camino del Señor.

Agradezco al Instituto de Líderes Cristianos por darme esta oportunidad de aprender y crecer más en las cosas de Dios. Quiero compártirles a otros a través de mi aprendizaje y mi testimonio que el Señor es un Dios restaurador y de segundas oportunidades.

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