Solo el Señor me puede Sanar
¡Pero para ello Él tiene que ser mi Señor!
¡Solo el Señor me puede Sanar! En el año 2007 recibí una paliza y me llevaron ingresada a un psiquiátrico. Allí me diagnosticaron algo, que yo sé que no tengo; me mandaron un tratamiento muy fuerte de pastillas (las cuales son recetadas a la gente que tiene epilepsia), las cuales me dejaron sin voluntad y paralizada. El mismo hombre que me dio la paliza, me llevó a juicio, con mentira y con testigos falsos. Con lo cual, se me condenó a una multa de mucho dinero y meses de prisión que no llegué a cumplir por no tener antecedentes.
Estando ingresada en el psiquiátrico, donde permanecí todo un mes, el Señor se reveló a mi vida. Una mañana, desperté cantando un Salmo que de niña cantaba en la iglesia. El corito dice:
«Bendice alma mía a Jehova y bendiga mi ser su Santo nombre, Él es quién perdona tus pecados, sana todas tus dolencias, Él es quién perdona tus pecados y te corona de amor».
No podía parar de cantarlo y para aquel entonces, yo estaba muy enfadada con Dios, por lo que le reté: «¿Qué pasa? ¿Me estás llamando? Pues si de verdad existes, mándame a Rosa y a Carmen a verme aquí…» (Rosa es la esposa del pastor al que yo conocí cuando de niña iba a la iglesia y Carmen era la líder de mujeres por ese entonces).
Hacía más de 20 años que yo no tenía ningún contacto con esas personas. A las 4 de la tarde del mismo día, me llaman las enfermeras para anunciarme que yo tenía visita. ¡Y vaya mi sorpresa al descubrir que eran ellas! Estuvieron hablándome del Señor, orando por mi y animándome a que entregara mi vida al Señor. Pero yo seguía enfadada.
Me regalaron un pequeño librito que contenia el Nuevo Testamento y los Salmos. Por la noche cuando me retiré a mi habitación, tomé ese librito y le dije a Dios: «Vale, me las has mandado, me han regalado ésto, han orado por mí, pero muéstrame con Tu Palabra que has sido Tú». Cual fué mi mayor sorpresa, al abrir el librito, que me llevó al Salmo 103 que es el que había estado cantando toda la mañana.
Ahí fue cuando realmente vi que el único que me podía sanar y sacar de donde estaba era el Señor; solo el Señor me puede sanar, pero para ello Él tiene que ser mi Señor. Cuando salí de allí empecé a ir a la iglesia. A estudiar Su Palabra. Ir a retiros, conferencias, etc. En junio de 2010 me bauticé y fuí a unas conferencias porque no entendía muy bién lo del Espíritu Santo y allí lo recibí. El Señor me sanó totalmente.
Actualmente no necesito de ninguna medicación, ni terapia, ni nada de nada, solamente lo necesito a Él. Tengo dos hijas preciosas; la mayor tiene 21 años y está convertida y bautizada, y la pequeña, tiene 17 y aún anda un poco despistada. En 2013, rehice mi vida, casándome con mi actual esposo; un amigo y vecino de toda la vida, al cual un día le invité a venir a un culto y el Señor también lo tocó. Se convirtió, se bautizó y después nos casamos. Actualmente él sirve en la alabanza, tocando la flauta.
Hasta la fecha, he asistido a la iglesia local. Si no es por una fuerza mayor (trabajo, enfermedad, o algo así…) no fallo a ninguna reunión. Mi casa está abierta para cualquier actividad que la iglesia necesite: reuniones, meriendas, comidas fraternales, retiros de jóvenes, etc. Mi coche está a disposición de cualquier necesidad de los hermanos de la iglesia. Todo lo que tengo, no es mío, sino que es un préstamo que el Señor me ha dejado en esta vida, para que yo lo ponga a su servicio. A parte de interceder y evangelizar por y a las personas, mi llamado es ayudar en sanarlas emocionalmente y ayudar a que sean liberadas de su pasado.
Conocí al Instituto de Líderes Cristianos a través de mi pastor, quien nos recomendó que entraramos. Y bueno, aquí estoy, muy agradecida con ILC por esta maravillosa oportunidad, y con muchas ganas de aprender para poner mis habilidades al servicio del Señor.
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