Somos Llamados a Ser Sacerdotes
La Gran Comisión es una tarea impostergable
Mi nombre es José Julián Trejo Antúnez tengo 43 años y soy de Durango, México. Nací en una familia creyente de Dios pero no cristiana. Durante gran parte de mi vida creí conocer a Dios por lo que escuchaba de Él a través de otras personas pero nunca tuve un verdadero encuentro con el Señor, mucho menos una relación con Él.
Conocí del Señor gracias a Elena mi esposa, la cual ya era cristiana y cuando nos casamos comencé a asistir al templo pero solo como acompañante durante algunos años. Escuchaba las predicaciones y la verdad no sentía nada diferente en mí, solo pensaba que eran palabras bonitas, hasta que un día el Señor se apiado de mí y me extendió su mano.
Sentí como si me quitaran tapones de los oídos y una venda cayó de mis ojos, todo comenzaba a tener sentido. Creo que por primera vez sentía latir mi corazón de esa manera, por primera vez me sentí vivo, literalmente sentí que comencé a vivir ese día. A partir de ese día comencé a sentir un deseo por la Palabra del Señor y comencé a ver las cosas desde otra perspectiva y lo que antes me parecía “normal” o “no pasa nada” empezó a revelar su verdadera naturaleza.
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2 RVR1960).
Creo firmemente que todos somos llamados a ser sacerdotes para nuestro Señor y que la Gran Comisión es una tarea impostergable. La sociedad tiene una gran necesidad de Dios, el mundo necesita conocer esta hermosa promesa de vida eterna. Somos responsables ante Dios de llevar estas buenas nuevas que nuestro Señor tiene para la humanidad hasta lo último de la tierra.
Anhelo fervientemente la oportunidad de aprender de nuestro Señor, para así poder aplicar y transmitir Su Palabra a todos los que aún no le conocen. Durante varios años traté de inscribirme en algún seminario pero el costo es muy elevado. Además están en otras ciudades y es difícil el tener que trasladarme o cambiar la residencia de mi familia debido a mi trabajo y la escuela de los niños. Ésto me frustró por momentos ya que siento con fuerza el llamado del Señor para pastorear su rebaño y veía casi imposible el poder tener una educación formal para servirle.
Somos llamados a ser sacerdotes y para Dios no hay imposibles. Comencé a orar pidiendo su dirección y estoy seguro que fue Él quien me guió hasta el Instituto de Líderes Cristianos. Agradezco a Dios y a ILC la oportunidad de haberme podido matricular para llevar a cabo esta hermosa encomienda y este llamado por parte del Señor. Aunque es un gran desafío el estudiar, trabajar y atender a mi familia, tengo fe en que Dios pondrá los medios necesarios para poder servirle como pastor y poder seguir manteniendo un trabajo para no ser una carga para la congregación a la cual el Señor me guíe.
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